Comentario
El año 1941 tiene una importancia clave en el desarrollo de los acontecimientos que configuraron la Segunda Guerra Mundial. Por una parte, observa el mayor despliegue territorial realizado por las potencias del Eje, tanto en Europa como en África y Asia. Por otro, en sus semanas finales, es marco de la introducción de los Estados Unidos de América en el conflicto, lo que en definitiva iba a decidir el curso de la guerra. Los meses que preceden al ataque japonés lanzado sobre Pearl Harbor merecen de esta forma una atención detallada, tanto en lo referente a su evolución cronológica como en el plano de los diferentes escenarios de la lucha.
El inicio del año sigue teniendo como elementos definitorios de referencia la continuación de la Batalla de Inglaterra por una parte, y la guerra submarina librada en el Océano Atlántico por otra. Los Estados Unidos, mediante las disposiciones legales que facilitan la prestación de una crecientemente aumentada ayuda material a Inglaterra, muestran de forma muy evidente su localización en el conflicto, aun sin entrar en él de forma oficial y abierta. Ello hace que por el momento Gran Bretaña se encuentre sola ante una Alemania enardecida debido a sus rápidos éxitos militares, y que pretende culminar su acción mediante la sumisión inmediata del único país que parece decidido a resistir su empuje.
Churchill, mientras tanto, ha acogido en Londres a los jefes de Estado y de Gobierno de la mayor parte de los países europeos ocupados, y espera con ansia el momento en que la entrada de los Estados Unidos en la guerra permita a su país el respiro que necesita para proseguir su dificultosa defensa. De forma paralela, Gran Bretaña debe enfrentarse a la necesidad de mantener su control del Mediterráneo y sus posiciones en el norte de África. Ello resulta tarea especialmente gravosa, frente a la potencia de la Armada italiana y la creciente presencia alemana en la franja litoral de aquél continente. Aquí, a partir de los primeros meses del año 1941, el Afrika Korps comandado por el general Rommel tomará la iniciativa, y las fuerzas británicas deberán por ello mantener una actitud defensiva sobre los frentes del desierto.
Al mismo tiempo, llegado el mes de febrero, los ingleses inician su ofensiva sobre las posesiones italianas del África Oriental y, partiendo de Sudán y de Kenya, se lanzan sobre Somalia y Etiopía. Grecia, mientras tanto, ha sido atacada por una Italia que enseguida va ver frustrados sus designios de realizar una rápida y victoriosa conquista. En este caso, una vez más Londres debe enviar tropas -procedentes en una elevada proporción de países de la Commonwealth- en apoyo del ejército heleno, que resiste y aún contraataca con gran efectividad a los italianos. Ello no hace más que aumentar el grado de agotamiento de Gran Bretaña, que apenas puede soportar el peso de tantas responsabilidades. Por el momento, las victorias netas obtenidas -como la del cabo Matapán, sobre los italianos- no son capaces de resolver una situación definida por el momento por la fuerza del Reich.
Pero, llegado el mes de marzo, la presión ejercida sobre Inglaterra mediante los cotidianos bombardeos germanos se aligera de forma definitiva, cuando Alemania concentra sobre el frente de los Balcanes su potencial bélico. La manifiesta incapacidad italiana para aplastar a Grecia había venido a unirse al apartamiento de Yugoslavia del Pacto Tripartito, al que Berlín había unido a sus pequeños aliados del Reich en el sudeste de Europa. La invasión de los países sería de esta forma llevada a cabo bajo las formas más rápidas y cruentas, expulsando del territorio balcánico a las fuerzas británicas allí estacionadas, que deben refugiarse en el norte de África. Alemania con ello reforzaba su protagonismo dentro de la práctica totalidad del continente.